Viaje

El tema del viaje es uno de los más importantes de la mitología grecorromana. Los griegos escogían para protector de un viaje por tierra a Mercurio, y por mar a Cástor y Pólux. En efecto, los relatos míticos presentan un continuo peregrinar de dioses y héroes. Los tres grandes mitos del viaje son los relatos de los periplos, llenos de aventuras y peripecias, de los Argonautas, de Ulises y de Eneas. Pero aunque son los más conocidos, están lejos de ser los únicos. Casi todos los jefes griegos, a su regreso de Troya, tuvieron como Ulises un viaje tumultuoso y sembrado de obstáculos. Por otra parte, los grandes héroes como Heracles, Teseo o Perseo no dejan de desplazarse por tierra, por mar, o incluso por los aires, para llevar a cabo sus hazañas. Otros, como Edipo están obligados a un continuo exilio. Los relatos mitológicos aparecen en este sentido como arquetipos de las novelas de aventuras que llevan a sus personajes a lugares lejanos, extraños y misteriosos donde deben enfrentarse a diversos peligros y a adversarios variados. De hecho, influida directamente por las gestas de los héroes clásicos, la literatura, a partir de la Edad Media, presenta como una constante el binomio aventura-viaje. Desde la novela caballeresca de Chrétien de Troyes, pasando por los libros de caballerías medievales y renacentistas, hasta la novela de aventuras de los ss. XVIII-XIX (con autores como Salgari, Defoe, Verne o Stevenson), y el género de la ciencia ficción, desarrollado en el siglo XX, el héroe debe emprender un viaje a lugares extraños donde le sucederán una serie de aventuras que servirán como pruebas iniciáticas y le consagrarán como un ser excepcional, situado a medio camino entre lo divino y lo humano. Volviendo a la época clásica, un dios, Hermes, era de hecho el protector de los viajeros y recorría el mundo en un continuo ir y venir, llevando a todos los rincones las órdenes de Zeus como mensajero suyo. La muerte, por su parte, merecía plenamente el nombre de "último viaje" ya que implicaba atravesar a bordo de un bote el río Aqueronte, más allá del cual se extendía un nuevo continente, los Infiernos, con una geografía específica.
 
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