Cabeza

Corresponde al signo jeroglífico "tep". Puesto que la cabeza significaba la totalidad del ser, podía aparecer sin el cuerpo en el arte y en la escritura egipcios, representando a una persona, a un dios o a un animal. Así, en la paleta de Narmer (que celebraba una victoria militar de este rey de la Dinastía I, e informa sobre algunos eventos que tuvieron lugar al terminarse la originaria unificación de Egipto), los habitantes del Bajo Egipto fueron representados por una cabeza añadida al jeroglífico de "tierra". En este mismo, sentido la cabeza de un dios o una diosa aparecía, en ocasiones, añadida a un objeto relacionado con la naturaleza de esa divinidad. Por ejemplo, a Mesjenet, la diosa asociada con el nacimiento, con frecuencia se la representaba en forma de una cabeza de mujer añadida a un ladrillo de nacimiento, sobre el que las mujeres egipcias se ponían en cuclillas cuando iban a dar a luz. También se creía que Mesjenet aparecía en el momento de la muerte individual -quizás para presidir el "nacimiento" en el Más Allá"-, y es en este sentido que se la representa a veces, en viñetas del Libro de los Muertos. De forma similar, las cabezas de los cuatro hijos de Horus, que guardaban las vísceras del difunto, se representaban en las tapas de los denominados vasos canopos, en cuyo interior se embalsamaban dichos órganos. Aunque los hijos de Horus aparecen a veces como figuras momificadas completas, desde finales del Imperio Nuevo estos cuatro dioses fueron representados usualmente sólo con sus cabezas: lmsety (guardián del hígado) con cabeza humana; Hapi (guardián de los pulmones) con cabeza de mandril; Duamutef (guardián del estómago) con cabeza de perro o de chacal; y Quebesenuef (guardián de los intestinos) con cabeza de halcón. Sin embargo, en algunos períodos las cuatro cabezas no se diferenciaron y estos dioses se representaron con una misma cabeza humana. Paralelamente. el principio contrario también es usual en el arte egipcio y las cabezas de divinidades podían reemplazarse por sus signos jeroglíficos, como cuando los dioses del mundo subterráneo aparec¡an con signos de fuego en el lugar de sus cabezas, o la cabeza de Maat reemplazada por su símbolo la pluma. Los seres malévolos podían representarse sin cabeza para conjurar mágicamente su maldad, y a ciertos jeroglíficos -como los signos de escorpiones y serpientes- se les mutilaba o se les reproducía incompletos en textos escritos, por la misma razón. Puesto que la cabeza era la parte que sostenía la apariencia individual humana, era fundamental su preservación para la supervivencia de la persona completa en el Más Allá. Esto pudo conducir a la práctica, durante el Imperio Antiguo, de colocar en la tumba del difunto una cabeza de "reserva" esculpida en piedra. Estas cabezas de reserva muestran un alto grado de preocupación por la reproducción de los rasgos faciales, aunque el área alrededor del rostro a menudo está sólo toscamente apuntada en estos trabajos. La máscara de la momia, que apareció en tiempos del Imperio Nuevo, pudo también originarse en este mismo deseo de preservar la cabeza y, así, el aspecto del fallecido.
 
Volver