Aajeperure Amenhotep II

(siglo XV a.C.). Faraón (1.438-1.412) del Imperio Nuevo y de la Dinastía XVIII (1.552-1.305). También se le conoce como Amenofis II. Hijo y sucesor de Tutmosis III, uno de los reyes más importantes de Egipto, y de la reina Hatshepsut II. Fue el epítome de un príncipe, compendio de bravura, apasionado del deporte y de la caza. A lo largo de su vida se interesó mucho en hacer público este rasgo de su carácter. Amenofis II fue uno de los primeros reyes de Egipto en criarse con caballos. Fue un excelente jinete y su padre le puso a cargo de todos los establos reales ya cuando era un niño. Amenofis combinó su entusiasmo por el tiro con arco, adquirido en sus cacerías por el campo, con su amor por los caballos, y llegó a ser un destacado exponente de un arquero montado. También fue un hábil remero y no tuvo reparos en competir con uno de sus oficiales, Ahmose, que compartía su afición por este deporte. En su tercer año de reinado, el poder absoluto lo alcanzó a los 18 años, tomando el nombre de Aajeperure, hubo de someter una sublevación de asiáticos (Estela de Amadah) y en el séptimo efectuó diversas campañas por Siria, en donde conquistó Edom; después de atravesar el Orontes destruyó Ugarit, sometió Qadesh y alcanzó incluso Mitanni. Estas campañas las repitió dos años más tarde al sublevarse Retenu, obteniendo en las mismas numeroso botín y la captura de 89.600 prisioneros, entre ellos algunos millares de habiru. Asimismo, pudo regularizar los tributos de guerra obligando a que Retenu le entregase más de 600 kg de oro y 45.000 de cobre. De acuerdo con la Estela de Karnak el rey se llevó a Tebas a siete jefes de Tikhesi (o Takhsy); allí, ante Amón, sacrificó personalmente a seis de ellos y al otro lo llevó a Nubia en donde también lo colgó. Ante esta demostración de fuerza, los hititas, los mitannios y los babilonios y otros reyezuelos sirios le enviaron embajadas de paz y ricos presentes, deseosos de mantener buenas relaciones. Amenofis II también demostró su poderío en Nubia, bien controlada por el Virrey y colaborador Usersatet, levantando en ella una fortaleza y dejando numerosas estelas hasta la cuarta catarata. Rodeado de buenos colaboradores (Usersatet, ya citado, Qenamón, Sennefer, Menkheperreseneb, Amenemipet) su administración funcionó a la perfección, no dudando en entregar buenas soldadas a los militares y donaciones a los funcionarios, así como en ser flexible con el culto a muchas divinidades asiáticas (Reshef, Astarté, entre ellas). Al final de su largo reinado tuvo que hacer frente a sublevaciones en Nubia, un problema endémico que en esta ocasión heredó su sucesor. Amenofis II amplió el templo de Karnak y erigió obeliscos, además de realizar otras construcciones en Medamud, Tod, Armant y Gizeh. Su tumba, bellamente decorada con la totalidad de textos y algunas con escenas del Libro de la Amduat, en la que se halló su sarcófago y momia, si bien desprovista de sus joyas y amuletos, se construyó en el Valle de los Reyes. Es la primera que comprende, además de la copia del Libro de los muertos, otras escenas pictóricas de gran valor artístico. Cuando Victor Loret abrió esta tumba, en 1898, lo que vió fueron objetos diseminados por doquier. La tumba presentaba la planta en L característica de la Dinastía XVIII, aunque poseía, como novedades, la sala del pozo ritual y una cámara sepulcral rectangular que diferenciaba la cámara del sarcófago y la sala de los pilares. La decoración de los muros de la cámara del sarcófago está dividida en tres secciones: la inferior, monocroma y separada del cuerpo central por cuatro franjas de diversos colores; la principal, que representa pasajes del libro del Amduat; y la superior, que cierra el mural con una línea de cenefas de jejer, motivos que imitan las puntas de lanza que coronaban los muros de los palacios. El sarcófago se encontraba en el centro de la cripta y era de cuarcita roja. Para asegurar su función protectora, se habían pintado en su superficie exterior imágenes de dioses y amuletos, como el dios Anubis, con cuerpo humano y cabeza de chacal, o el ojo udyat. Cuando en el curso de la Dinastía XX, en la región tebana principalmente, se empezó a violar y a saquear las tumbas del Valle de los Reyes, los sacerdotes y el alcalde de Tebas decidieron reunir los despojos reales en dos de las más bellas tumbas del Valle, la de Setos I y la de Amenhotep II (KV 35), cuyos accesos podían ser facilmente vigilados. En la tumba de Setos I, fueron depositadas, entre otras, las momias de Amenhotep I, Tutmosis I y Tutmosis III, Setos I, Ramsés II y Ramsés IX. En la tumba de Amenhotep II, las momias de Tutmosis IV, Amenhotep III, Mineptah, Siptah, Ramsés IV y Ramsés VI. Se da la coincidencia que los soberanos que Ramsés II había hecho suprimir de las listas reales de sus templos o de las paredes de las capillas de sus contemporáneos, están ausentes. Las momias de estos últimos no parecen haber figurado en los dos escondites reales. Durante el reinado de los reyes sacerdotes de la Dinastía XXI, dos siglos más tarde, fueron de nuevo trasladadas. Ello ocurría hacia el año 1090 antes de nuestra era. A Amenofis II le sucedió en el trono su hijo Thutmosis IV tenido de la dama Tiaa.
 
Volver