Villa de Adriano
(118-138). La costumbre de la aristocracia romana republicana de construirse grandes villae de recreo en Campania y en el campo Flegreo principalmente, en las que descansar de la estresante vida ciudadana y disfrutar del contacto directo con la naturaleza, se vió impulsada de manera creciente a partir de época imperial en la edificación de las majestuosas residencias imperiales que, lejos ya de la antigua condena en la que la sociedad romana mantenía el derroche de lujo, reunían en magníficos edificios todas las manifestaciones de la opulencia y el poder imperiales, muestras de las que no quedaron al margen las instalaciones balnearias. Ya en la Villa Iovis que Tiberio mandó construir en la isla de Capri, observamos la importancia adquirida por las estancias termales ubicadas en el extremo meridional de la edificación principal formadas por 4 ambientes, si bien ni la planimetría del edificio ni su decoración denotan rasgos destacables, circunstancia ésta que se repite en la villa que Sabina Poppea, esposa de Nerón, poseía en Torre Annunziata. Ya en época flavia las instalaciones termales de los palacios suburbanos imperiales comenzaron a adquirir mayor relevancia arquitectónica, como se pone de manifiesto en la villa de Sabaudia, atribuida a Domiciano, y en la que se pueden identificar ya una gran palestra porticada y hasta 11 espacios termales. Sin embargo, es la Villa Adriana de Tívoli la manifestación más rotunda de la magnificencia arquitectónica y de la opulencia ornamental puestas al servicio de un consolidado sistema imperial. La extensión de la villa (120 hectáreas) duplicaba a la de algunas ciudades de tipo medio, como Ostia o Pompeya, y se convirtió en el símbolo principal del lugar imperial, hasta el momento protagonizado por las residencias imperiales de Roma (sobre el Palatino o, caso de la Domus Aurea neroniana, sobre el Opio). Las instalaciones termales de la villa tiburtina no quedaron al margen del derroche de ingenio que convirtió al conjunto en un verdadero laboratorio de arquitectura en el que experimentar con nuevas formas y una visión totalmente renovada del espacio arquitectónico. La villa adrianea contó con cuatro edificios termales: las Termas Mayores, las Termas Menores, las Termas del Heliocaminus y las Termas de Teatro Marítimo, siendo estas últimas, de menores dimensiones (apenas 50 m2 repartidos en tres salas calientes y un frigidarium), las únicas utilizadas por el emperador y que podemos englobar bajo el epígrafe de balneum privado. Fue, sin embargo, en los otros tres conjuntos balnearios donde se plasma la nueva concepción de la arquitectura basada en grandes espacios abiertos a través de amplios ventanales, la proliferación de puertas y concavidades, la elección de diferentes alturas, plantas, iluminación y cubiertas para cada una de las salas balnearias que reforzaba la individualidad y grandiosidad de cada espacio. Las primeras termas construidas en la villa, en el año 123 , fueron las del Heliocaminus así denominadas por la errónea identificación de una de sus salas, en realidad una sudatio, con un espacio para la toma de baños de sol. Estas primeras termas ocuparon una superficie de al menos 1.050 m2, repartidos en 27 estancias que, una vez terminada la edificación de las Termas Menores, pasarían a ser frecuentadas por el personal de rango de la villa. En el año 124 se completaba la construcción de las Termas Menores, que en sus más de 2.200 m2 albergaban hasta 31 habitaciones profusamente decoradas y dedicadas a los invitados y visitantes de la villa y al personal de mayor edad que trabajaba en la misma. Frente a ellas está el edificio termal de mayores dimensiones: las Termas Mayores, de 3.400 m2, distribuidos en 41 espacios que confieren al conjunto el aspecto de un edificio de carácter público dedicado, en este caso, al abundante personal empleado en esta villa que, recordemos, fue el centro del poder imperial. Hoy, Tívoli, Cittá metropolitana di Roma Capitale, región de Lazio, Italia. Ver, Villa.