Labán
Hermano de Rebeca y cuñado de Isaac. Labán pertenecía a la rama de la familia que había permanecido en Mesopotamia cuando Abraham emigró hacia el oeste. Sin embargo, también él había terminado por dejar Ur, en el bajo Éufrates, y se había instalado en Aram, un lugar situado entre los cursos altos del Tigris y el Éufrates. Labán era un hombre un tanto agarrado. Cuando Abraham le envió un sirviente provisto de ricos regalos para que buscara esposa a Isaac, Labán no se lo pensó dos veces y sólo tardó un día en enviarle a su hermana Rebeca. Muchos años más tarde, sería la propia Rebeca quien, temiendo por la vida de su hijo Jacob, se lo enviaría para mantenerlo alejado de Esaú, al que Jacob había hecho víctima de un engaño. Rebeca convenció a su marido Isaac para que mandara a Jacob a cortejar a una de las dos hijas de Labán, Lía o Raquel. Jacob se quedó 20 años con Labán y cuando regresó lo hizo con las dos hijas de aquél y con una gran familia. Nada más llegar vio a Raquel e inmediatamente se enamoró de ella. Labán, que le había recibido muy efusivamente, se ofreció a entregarle a Raquel pasados siete años y le propuso que, entretanto, trabajara para él, con el compromiso de pagarle un salario por su trabajo a pesar de que fuera su pariente. Cuando pasaron los siete años, Labán metió a Lía en la cama de Jacob. Esta hermana era mucho menos atractiva que Raquel y Jacob se vio forzado a prometer a Labán que trabajaría otros siete años más para así poder conseguir a Raquel. Durante ese período no sólo tendría relaciones con las dos hermanas sino también con dos de sus siervas. Pasado el plazo, Jacob, cuyo esmero cuidando los rebaños de Labán había hecho que éstos se multiplicaran de forma espectacular, le comunicó su intención de partir Labán, que durante todo aquel tiempo no le había abonado sus salarios, quiso arreglar cuentas y le preguntó cuánto le debía. Jacob le propuso una revisión del acuerdo de tal forma que el pago se efectuara en especie, en concreto, con una parte de los rebaños de Labán. Ambos trataron de hacer trampas y, cuando Labán y sus hijos se percataron de que habían salido perjudicados del trato, comenzaron a mostrarse hostiles hacia Jacob, que se dio cuenta de que lo mejor sería marcharse. Partió en secreto, acompañado de sus mujeres, sus hijos y sus rebaños, y, por si fuera poco, Raquel robó los ídolos familiares de su padre. Labán emprendió la persecución y, cuando le dio alcance, le reprochó que hubiera huido en secreto tras haber vivido tantos años bajo su techo y le acusó del robo de los ídolos. Jacob, que no estaba al tanto del robo, prometió a Labán que silos encontraba entre sus cosas, el ladrón sería ejecutado inmediatamente. Raquel, sin embargo, consiguió obstaculizar la búsqueda de su padre, haciéndole creer que estaba con el período. Labán y Jacob, que en realidad tenían mucho que perdonarse el uno al otro, hicieron las paces y se separaron amistosamente. Ver, Jacob.