Vesta

Templo de. Restaurado hoy en parte tal como estaba en tiempo de Augusto, no era al principio más que una cabaña circular en la que ardía el fuego simbólico de la ciudad. Su techo era de paja y ramaje, en recuerdo de las antiguas cabañas del Lacio; en su centro ardía el fuego, mantenido por las Vestales, pero sin contener ninguna imagen de la diosa. Era testimonio de un tiempo en que la religión era aún independiente de las representaciones materiales. Se conservaban, no obstante, en él. diversos objetos, entre otros una vieja estatua, probablemente un xoanon llegado de Oriente en fecha muy antigua. La tradición pretendía que fuese el Paladio, la estatua de Palas caída del cielo en Troya y objeto de tantas luchas, que Eneas había traído consigo al emigrar de Frigia a Italia. Con el Paladio, el templo de Vesta guardaba los Penates del pueblo romano, que sólo las Vestales y el Gran Pontífice podían ver. Se creía que la salvación de Roma estaba ligada a la conservación de dichos tesoros. Bajo la República, el templo de Vesta no era más que el anexo de un conjunto más extenso: la casa de las Vestales, conocida con el nombre de Atrium Vestae.
 
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