Memnón

Memnón es hijo de Eos (la Aurora) y de Titono, uno de los hijos de Laomedonte y por tanto hermano de Príamo. Cuando la guerra de Troya, Memnón acudió en socorro de su tío. Fue criado por las Hespérides y reinaba sobre los etíopes. Sus hazañas ante Troya y su muerte eran narradas en la Pequeña Ilíada y el poema Etiópida. Memnón había luchado con Áyax, pero, análogamente a lo ocurrido en el combate entre éste y Héctor, el resultado quedó indeciso. En el campo de batalla encontró a Antíloco, hijo de Néstor, en el momento en que éste, amenazado por Memnón, había llamado a su hijo en su auxilio. Con su muerte, Antíloco salvó la vida a Néstor. Pero Aquiles acudió a vengar la muerte de su amigo (Ver, Antíloco). Entáblase combate entre Memnón y Aquiles, el hijo de Aurora y el de Tetis. Ambas diosas, inquietas por la suerte de sus hijos, acuden a Zeus. Pero éste pesa los "destinos" de los dos héroes, y el de Memnón se inclina en la balanza divina (Ver un "pesaje de almas" parecido, en el registro Héctor). Aquiles no tarda en vencer. Aurora, desesperada, fue con los cabellos esparcidos y los ojos bañados en lágrimas a arrojarse a los pies de Zeus y le suplicó concediese a su hijo algún privilegio que le distinguiese de los demás mortales, rehusando, sino se le concedía, a iluminar al mundo. El padre de los dioses escuchó su súplica; la hoguera del sepelio, encendida ya, se desplomó y se vieron salir de sus cenizas una infinidad de aves, que dieron tres vueltas alrededor de la hoguera, dando todos el mismo grito. A la cuarta se separaron en dos bandadas y se batieron entre sí con tal furor y terquedad, que cayeron cerca de la hoguera como víctimas que se inmolaban a las cenizas de que acababan de salir, demostrando de este modo que debían su existencia a un hombre lleno de valor. De aquí tomaron el nombre Memnónidas. Elio dice que estas aves eran negras, y como gavilanes, las cuales venían todos los años del país de Cizico para repetir el mismo combate. Pausanias añade que, todos los años el mismo día, venían estas aves, según refieren los habitantes de las costas del Helesponto, a barrer un cierto espacio del sepulcro de Memnón, donde no crecía ningún árbol ni hierba, y luego lo regaban con sus alas, que iban a mojar para este fin, en las aguas del Esepo. Estas aves, llamadas Memnónidas, pasaban por ser los compañeros de Memnón transformados después de su muerte, o bien sus cenizas, que de este modo habían adquirido la inmortalidad. Dichas aves se dividían cada año en dos grupos que luchaban entre sí, no cesando la pelea hasta que la mitad habían perecido. Este honor no calmó los dolores de Aurora, y desde entonces ha derramado lágrimas todos los días, cuyo llanto forma el rocío que cae por la mañana. Las tradiciones discrepan sobre la patria de Memnón. A veces se dice que es Siria, a veces la región de Susa y Bactriana, en Asia interior. Otras veces, Egipto y el país de Tebas. Esta última identificación fue la que inclinó a llamar Coloso de Memnón a una de las colosales estatuas erigidas por Amenhotep III, de cuarcita rosa, y se imaginó que cuando los primeros rayos de la Aurora herían la estatua, salía de ella una música melodiosa, como para saludar la luz de su madre, lo cual impresionaba profundamente a los antiguos que la cubrieron de inscripciones. Ello puede atribuirse, según se explica, a algún truco, como por ejemplo, un resorte o una especie de clave encerrado en la estatua, cuyas cuerdas aflojadas por la humedad de la noche se tendían con el calor del sol y se rompían con ruido, como una cuerda de viola. Queriendo Cambises descubrir este misterio que creía un efecto mágico, hizo romper esta estatua desde la cabeza hasta la mitad del cuerpo, y la otra parte continuó haciendo el mismo sonido. Estrabón atestigua este hecho, aunque no puede asegurar si el sonido venía de la estatua, o de otra parte. El emperador romano Septimio Severo mandó restaurar el coloso y entonces dejó de emitir este sonido. Según una explicación "historizante" Memnón, hijo de Titono, hermano de Príamo, mandaba el ejército de Téutamo, rey de Asiria, quien le encargó que fuese en socorro del rey de Troya, su tributario. Ver, Téutamo. Como su madre era de un país situado al oriente de Grecia y de Frigia, los griegos, que convertían toda su historia en ficciones, dijeron que era hijo de la Aurora. La ciudad de Susa, edificada por su padre, se llamó ciudad de Memnón: la ciudadela, Memnonium y el palacio y los muros Memnonios. Erigió un templo al cual iban a llorarle los pueblos de la Susiana. Virgilio supone que Memnón era uno de los guerreros cuyos combates vio representados Eneas en las paredes del templo de Cartago. Antíclides citado por Plinio, le atribuye la invención del alfabeto. Se creía también que Memnón daba cada siete años un oráculo. Hay otros dos príncipes del mismo nombre, uno de los cuales se cree que es Amenofis, rey de Egipto, y el otro Memnón el Troyano.
 
Volver