Vesta

Diosa romana de carácter muy arcaico, que preside el fuego del hogar doméstico. Pertenece, como la Hestia helénica, al grupo de las doce grandes divinidades. Su culto, consistente en guardar el fuego sagrado y vigilar que no se apagase, se hallaba bajo la dependencia directa del Gran Pontífice asistido por las Vestales, sobre las que ejercía una autoridad paterna. El culto de Vesta fue introducido en Roma, según la mayoría de los autores, por Rómulo, lo cual no deja de ofrecer cierta dificultad, ya que su templo (de forma redonda, como las más antiguas cabañas del Lacio) no se levantaba en el interior de la ciudad palatina, sino al margen de ella, en el Foro romano y, por tanto, fuera de la ciudad atribuida a Rómulo. El carácter arcaico de la diosa se confirma también por el hecho de que su animal sagrado era el asno, animal mediterráneo por excelencia, en oposición al caballo, que es indoeuropeo. El día de las Vestalia (a mediados de junio) se coronaba a los asnos de flores y no se les hacía trabajar. Para explicar este hecho singular, se había ideado tardíamente una leyenda según la cual Vesta, casta entre todas las diosas, había sido protegida por el asno contra una tentativa amorosa de Príapo. Es una leyenda tardía de inspiración helenística, y completamente artificial. Fue tal el respeto y veneración que se le tributaba que quien no le sacrificaba pasaba por impío. Numerosas efigies de esta diosa figuran en las monedas romanas de la época imperial. El culto de Vesta, puramente itálico, no se ha extendido por las provincias y en Hispania se conoce solo una inscripción de Cáceres. Fue identificada con la Hestia griega. Ver, Vestales.
 
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