Xenoclea

Sacerdotisa de Delfos, que habiendo visto venir a Hércules para consultar el oráculo de Apolo, rehusó responderle, porque todavía estaba manchado con la sangre de Ifito, a quien acababa de matar. Hércules, ofendido, se llevó el trípode de la sacerdotisa y no lo devolvió hasta haber recibido una contestación.
 
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