Nabot

(siglo X a.C.). Habitante de Jerusalén. Propietario de una viña en Yizreel, que codiciaba Ajab, pero que él se negaba a cederle por ser parte de su herencia familiar. Jezabel, la reina consorte de Ajab, hizo que los ancianos del lugar encumbraran y honraran a Nabot para después hacer recaer sobre él una falsa acusación de blasfemia. Nabot moriría lapidado. Cuando Ajab se dirigía a la viña, se topó con Elías, que había sido enviado por Dios para que le saliera al encuentro justo en aquel lugar. "¿Has vuelto a encontrarme, enemigo mío?", exclamó Ajab y, a continuación, Elías le dijo que los perros se beberían su sangre en el mismo lugar en que habían bebido la sangre de Nabot, y en efecto, se cumplió esta profecía el año 899 a.C.
 
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