Corresponde al signo jeroglífico "hesat". La vaca fue considerada el animal sagrado de diversas divinidades femeninas y se la asociaba mitológicamente al cielo y al mundo subterráneo. Nut, la diosa del cielo, fue representada con frecuencia como la vaca que ascendía al cielo con el dios Ra sobre su lomo, sostenida por Chu, el aire, que aguantaba su vientre, y por las divinidades mágicas Heh, que le aseguraban las patas. La gran diosa con rostro de vaca Hathor (también diosa del cielo y de la necrópolis) era adorada en su forma bóvida, y en su templo de Dendera se guardaban vacas consagradas a ella. En tiempos tardíos también Isis compartió esta asociación con la vaca e, igual que Hathor, fue asimismo retratada con los cuernos de una vaca sobre la cabeza. Debido a esta identificación con figuras de diosas madre, la vaca también tuvo un papel limitado aunque importante en la iconografía real. La gran vaca era la madre simbólica del rey, que a su vez era el kamutef o "toro de su madre". Se han conservado representaciones del joven rey amamantado por la vaca divina, como una estatua de la Dinastía XVIII, en la capilla de esta diosa en Deir el-Bahari, en la que se observa a Amenhotep II bebiendo de las ubres de la vaca Hathor, y un relieve similar en el templo de Dendera. En estas obras, la vaca divina es a la vez diosa madre y divinidad celestial (las marcas de cuatro hojas en su piel representan las estrellas), así como diosa de la necrópolis, un conjunto de ideas mitológicas sintetizadas en una única imagen iconográfica. En la forma específica reproducida en el jeroglífico, la vaca divina era denominada Hesat o Mejueret, "la gran inundación", y simbolizaba a la vaca celestial del Primer Tiempo que emergió de las aguas primigenias. Normalmente la vaca aparece con las marcas faciales del ojo udjat, y en el capítulo 17 del Libro de los Muertos, así como en leyendas mitológicas, se la denomina específicamente "el Ojo de Ra". Sin embargo, en la tumba de Irynefer, y en un buen número de papiros funerarios, la vaca divina se ulilizaba para ilustrar el capítulo 71 del Libro de los Muertos, "el advenimiento de día", que relacionaba la llegada del fallecido a la otra vida con la llegada de Mejueret de las aguas cuando no había vida. Esta asociación con creencias en la otra vida, también aparece en varias representaciones de Hathor en forma de vaca surgiendo de la ladera de una montaña que representa la necrópolis, y en el hecho de que a la vaca Hesat se la consideraba la madre del dios funerario Anubis y del toro sagrado Apis. En Saqqara fue localizado el lseum, el lugar de entierro de las vacas donde se depositaban los toros Apis. En la tumba de Irynefer en Tebas, perteneciente a la Dinastía XIX, la vaca yace de forma característica con una toga con un estilizado dibujo de cuatro hojas, un flagelo sobre su lomo y un collar menit alrededor del cuello. Como sucede a menudo, Hesat está recostada sobre la representación de un estanque o lago que simboliza las aguas primigenias y entre sus cuernos lleva el disco solar con el que también estaba relacionada.