Tito Flavio (Titus Flavius Vespasianus) (9-79). Emperador romano (69-79), nació el 17 de noviembre del año 9 en Phalacrine (cerca de Rieti, en la región sabina), y murió en Cutilia (Sabina). En su familia, de clase media, la tradición hizo que iniciase su carrera en el ejército y en la administración. Su padre, Flavio Sabino, era banquero y publicano. Su madre, Vespasia Polla, era hermana de un senador. Se cuenta de ella que influyó, con sus encantos, en la carrera política tanto del padre como de los hijos. Ambos pertenecían a un grupo que se oponía a la aristocracia senatorial, el conocido por los "hombres nuevos". Su hermano, T. Flavio Sabino, llegaría a prefecto de Roma (62-69). Vespasiano fue primeramente tribuno militar en Tracia (27), cuestor en Creta (ca. 35) y Cirenaica, edil (38) y pretor (40) en tiempos de Calígula. Se casó con Flavia Domilita, hija de un caballero, con la que tuvo dos hijos, Tito y Domiciano, que también serán emperadores, y una hija, Domitila. Éstos, junto con su padre, formaron la dinastía de los Flavios (69-96). Vespasiano dispuso del apoyo de Narciso, el liberto secretario de Estado de Claudio. Estuvo al mando de una legión en Germania en 43-44 y luego en Bretaña, donde desempeñó un brillante papel al apoderarse de la isla de Wight. Recibió el triunfo y en el 51 fue cónsul sufecto. Frecuentó la corte imperial, donde Tito fue educado junto con Británico. Entre el 62 y el 65, en época de Nerón, llegó a procónsul de África. Acompañó a Nerón a Grecia, pero ofendió al emperador con su comportamiento y tuvo que abandonar la corte. Aun así, avanzado el año 66, recibió el mando como procónsul para reprimir la revuelta de Judea. En Jerusalén, los judíos habían expulsado la guarnición romana y Vespasiano se encargó de restablecerla disciplina en el ejército derrotado. Reconquistó gran parte de la provincia: comenzando por la costa, fue ascendiendo hacia el norte hasta llegar a los accesos de Jerusalén, a la que sitió (66-68). Allí estaba cuando, tras la muerte de Galba, se produjo la lucha entre Otón y Vitelio. Dejó que su hijo Tito prosiguiera el asedio a Jerusalén, quien en el 70 ordenó la célebre destrucción del templo de Jerusalén e impuso a los judíos un tributo especial destinado al fiscus iudaicus, suprimió sus cultos, prohibió sus tradiciones y provocó el malestar de la mayor parte de la población judía que sobrevivió al desastre: miles de muertos, suicidios masivos, víctimas para el anfiteatro, ventas como esclavos. Un cuadro tétrico descrito por Josefo, testigo de los acontecimientos, del que la resistencia judía en la fortaleza de Masada hasta el 73, que concluyó en suicidio colectivo antes que rendición a los romanos, es tan sólo un ejemplo. No obstante, estos actos ponían fin a uno de los reductos más preocupantes desde época neroniana. Debidamente sostenido por Tiberio Julio Alejandro, prefecto de Egipto, y por Cayo Licinio Muciano, el gobernador de Siria, y apoyado por su ejército, dirigió el pronunciamiento del ejército de Egipto, seguido por el de Judea (11 de Julio del 69). Tras éste, sus tropas le reconocieron Emperador. Ocupado Egipto, cortó el suministro de trigo a Roma. Muciano, por otro lado, emprendió el camino de Italia. Las tropas de Pannonia y Mesia, capitaneadas por Antonio Primo, ocuparon Aquileya y el valle del Po y establecieron su cuartel general en Verona. Al poco, estas mismas tropas vencieron a Vitelio en Bedriac (Bedriacum), cerca de Cremona, y llegaron sin combatir a Narni. El hijo de Vespasiano, Domiciano, y su hermano Flavio, prefecto de Roma, intentaron llegar a un acuerdo con Vitelio para conseguir que abdicara y poner fin a la guerra civil en diciembre del 69. Sin embargo, un motín en Roma acabó con la vida de Flavio y de muchos partidarios de Vespasiano (18-19 diciembre). Al fin el 20 de diciembre Antonio Primo ocupó Roma, tras vencer la enorme resistencia de los pretorianos. Vitelio fue muerto por el pueblo y Vespasiano reconocido como emperador por el Senado, otorgándole plenos poderes (imperium maius y tribunicia potestas), por lo que el documento se conoce generalmente con el nombre de Lex de imperio Vespasiani. En realidad, sin embargo, estos poderes eran los usualmente reconocidos al princeps, a los que el nuevo emperador parece haber añadido el de controlar directamente las finanzas del Estado. Durante los primeros meses, Domiciano, ya nombrado César, gobernó en Roma, mientras Vespasiano, por razones desconocidas, permaneció en Egipto hasta agosto del 70. La llegada a Roma de Vespasiano implicaba afrontar directamente los problemas del gobierno del Imperio, por más que la situación institucional estuviera parcialmente consolidada. Desde el primer momento asoció al poder, como césares, a sus hijos Tito y Domiciano. Con ello intentaba establecer en el Imperio el principio de sucesión hereditaria. Reconocido como un excelente jefe militar, su autoridad no era cuestionada por el ejército, cuya entidad mantuvo en 28 legiones a pesar de las cuantiosas pérdidas humanas de los años anteriores. Además, para demostrar su confianza en las tropas tomó el praenomen de Imperator, como Augusto, y ejerció casi ininterrumpidamente el consulado durante todo su reinado, a menudo acompañado de su hijo Tito. Esta práctica de la familia imperial aconsejó aumentar los consulados "suffectos" con el fin de contar con un mayor número de funcionarios de rango consular para proveer los puestos de especial relevancia en la administración imperial y provincial. Como Claudio, Vespasiano desempeñó la censura en 73-74, mediante la cual realizó una profunda remodelación del Senado: introdujo en él a jefes militares de origen itálico; otorgó el rango de "patricias" a muchas familias de las élites provinciales, sobre todo occidentales, a cuyos miembros incorporó al Senado. Fue el primer emperador que hizo un uso institucionalizado de la adlectio imperial, mediante la cual se permitía el acceso directo a la cámara de los ecuestres. La preocupación de este emperador por la promocion social se manifestó también en otros ámbitos. Como Augusto, Vespasiano conocía casi la totalidad de sus dominios gracias a los numerosos viajes que realizó. Esto le sirvió a la hora de tomar decisiones muy acertadas respecto a las provincias. En el 73 ó 74, Hispania recibió el ius latii (derecho latino), además de reducir los efectivos militares romanos en la misma, esto respondía tanto a un deseo de recompensar a las clientelas de los senadores hispanos, que tan firmemente le habían apoyado, como a un intento de incorporar a los indígenas a la vida romana. Varió el estatuto de algunas provincias, ya devolviéndolas al Senado o bien colocándolas bajo la administración imperial: durante su gobierno más de noventa ciudades de la Península pasaron a ser latinas. Las legiones se reclutaron desde entonces en las provincias y las cohortes pretorianas, reorganizadas y confiadas a Tito, se nutrieron sobre todo de italianos. También concedió la ciudadanía a muchos individuos de origen oriental. Afianzó el proceso de fundaciones coloniales iniciado bajo Augusto y proseguido bajo Claudio, con nuevas ciudades a las que dio el nombre de Flavia sobre todo en Italia, Galia e Hispania, pero también en Mesia, Tracia, Dalmacia y Pannonia. Otro capítulo de extraordinario interés en la política de este emperador fue la reorganización de las finanzas del Estado, en precaria situación tras los despilfarros de Nerón y las incesantes guerras de los años precedentes. No obstante, este ámbito planteaba a la política imperial problemas diversos y delicados. De un lado, jurídicos, puesto que era preciso integrar en la propiedad imperial (pública) los bienes familiares (privados) de los Julio-Claudios, con el fin de recuperar el patrimonium. De otro lado, económicos, dado que los ingresos del Estado eran insuficientes para atender a los gastos públicos que exigía la reconstrucción de ciudades, vías e instalaciones militares dañadas por las guerras, incendios y terremotos de la época. En este sentido, Suetonio proporciona un dato económico de dudosa identificación, referido a la estimación del emperador en torno a los "cuatro mil millones de sestercios" necesarios como presupuesto anual para la recuperación financiera del Imperio. Aunque la historiografía moderna suele aceptar como error por "400 millones de sestercios" el dato referido, que aun así supondría ya tres veces más que el presupuesto anual augústeo, no debería descartarse la posibilidad de una estimación muy superior, dado que, como es sabido, los ingresos del Estado provenientes de las siete regiones más ricas del Imperio (Egipto, Galia, Siria, África, Hispania, Grecia y Asia) superaban con seguridad los "mil millones de sestercios" anuales. Pero el saneamiento del Tesoro planteaba además un delicado problema político. Era preciso reponer la situación fiscal existente antes de que Nerón, desde el 57, pusiera en práctica la supresión de los impuestos indirectos y, sobre todo, la generalización de los vectigalia a todas las provincias, incluidas Galia y Acaya, a las que Galba y Nerón, respectivamente, habían otorgado la exención fiscal. Para ello debían realizarse también catastros sistemáticos, como el de la colonia romana de Orange, en la Galia, el año 77, que permitieran conocer la situación de propiedad de las tierras cultivadas (de la colonia, de los veteranos, de indígenas) así como la entidad de los subcesivae o porciones no asignadas en la centuriación, que debían ser expropiadas si no se contribuía por su explotación. A esta época se atribuye también generalmente la Lex Manciana, aplicada en África a algunas situaciones de colonato en dominios privados y que inspiraría la legislación agraria posterior de Trajano y Adriano. En este ámbito financiero Vespasiano demostró ser un excelente administrador, aun admitiendo que, como quiere Suetonio, "la avidez por el dinero" haya sido su principal defecto. En otros ámbitos, sin embargo, su política fue menos afortunada, provocando el descontento de algunos sectores sociales: la nobilitas romana, obligada ahora a compartir sus tradicionales privilegios con la "nueva aristocracia" de itálicos y provinciales; la plebe romana, privada de los congiaria habituales; los ciudadanos orientales, discriminados frente a la promoción de los occidentales; en fin, del propio ejército, cuyos jefes se vieron privados de nuevas empresas militares, si se exceptúa la ampliación de la conquista de Britannia encomendada a Petilio Cerial, que sometió a los brigantes (71-74), Julio Frontino, que sometió a los siluros (74-77) y Julio Agrícola, el suegro de Tácito, que consolidó Britannia. Algunas campañas orientales produjeron la anexión de los reinos clientes de Comagene (72) y Armenia como provincias romanas. Finalmente, la obsesión por construir un "estado" sobre bases opuestas a las del neroniano llevó a Vespasiano a eliminar en lo posible los vestigios helénicos u orientales, por lo que de forma un tanto incomprensible en un emperador que levantó escuelas públicas gratuitas para la formación de los nuevos cuadros dirigentes, se ordenó la expulsión de Roma de intelectuales, filósofos y matemáticos de origen griego, asiático y oriental. En su mandato chocó con una fuerte oposición senatorial y tuvo que hacer frente a varias conjuraciones como la de Helvidio Prisco, senador influyente, que acabó ejecutado. En el problema judaico, mantuvo acertadamente en el poder a Julio Agripa II. Mantuvo una postura y legislación moralizante y, en el terreno religioso, protegió los cultos egipcios y fue tolerante con el cristianismo. También se preocupó de reparar las obras públicas en ruinas de Roma, pues aún perduraban los destrozos del incendio de Nerón: construyó el templo del Capitolio, dedicó el templo de la Paz, comenzó la construcción del Coliseo (Amphitheatrum Flavium). A pesar de todas estas mejoras, tuvo medidas bastante impopulares como la supresión de donativos extraordinarios a los soldados o el hecho de que no aumentara sus pagas, la recuperación de tierras públicas o la reintrodución de los impuestos que Galba había abolido. La muerte de Vespasiano en junio del 79, dos meses antes de la famosa erupción del Vesubio, dejó el trono a su hijo y corregente Tito.